Nuestra vida puede a menudo resultarnos abrumadora. No sólo hemos de sobrevivir en un mundo lleno de complicaciones y exigencias, cada vez más técnico y deshumanizado, tampoco tenemos un horizonte esperanzador sabiendo que nuestra destrucción del medio ambiente tarde o temprano acabará por pasarnos factura. Experimentamos insatisfacción y desconcierto: sufrimiento. ¿Qué hacer? ¿Dónde podemos buscar refugio?
Podemos buscar una alternativa siguiendo un camino espiritual, esperanzados de que siguiendo tales o cuales enseñanzas seremos capaces de alcanzar un estado mental que nos permita identificarnos con una manera de ser especial, un ser superior, con el que podremos trascender nuestra situación actual, ser libres y salvarnos de la destrucción. Pero eso es un engaño.
Según el budismo, hemos de empezar sintiendo dónde estamos, nuestra situación precaria, la encerrona que estamos padeciendo. El punto de partida es reconocer que en nuestra vida hay sufrimiento, enfermedad y malestares de todo tipo producidos porque no podemos mantener las situaciones placenteras, se resbalan como jabón entre las manos. ¿Estamos dispuestos a explorar la verdad? ¿Estamos dispuestos a ver dónde estamos y cómo nos sentimos en vez de fingir otra realidad?
Si lo estamos, hemos de empezar sentándonos sin intentar cambiar nada y prestando atención a los procesos sencillos de la vida, del momento presente: podemos meditar como hizo el Buda, bajo un árbol, solo, en contacto con su cuerpo, con su mente, sin engaños, sin pretender nada, libre. Podemos dejar de luchar en contra quiénes somos de verdad, aceptándonos y queriéndonos, y respetando a los demás, a lo demás, dejando de contaminar física, psicológica y espiritualmente nuestro mundo.
“Se trata, por lo tanto, de asumir lo que somos en vez de escondernos de nuestros problemas e irritaciones. La meditación no debe ser un recurso para olvidarnos de nuestras obligaciones. De hecho, la práctica de la meditación en posición sentada nos conecta continuamente con la vida cotidiana. Cuando practicamos la meditación, nuestras neurosis se asoman a la superficie en vez de esconderse en el fondo de la mente. La práctica nos permite encarar la vida como algo que es posible manejar. Me parece que la gente tiene tendencia a creer que si solamente consiguiera alejarse de todos los ajetreos de la vida, retirándose a las montañas o a las orillas del mar, entonces sí podría dedicarse de lleno a alguna práctica contemplativa. Sin embargo, huir de los aspectos mundanales de la vida equivale a despreocuparse del sustento, del verdadero alimento que está entre los dos trozos de pan. Cuando uno pide un sándwich, no pide dos tajadas de pan sin nada; tiene que haber algo en el medio, algo sustancioso, comestible y sabroso, y el pan es el acompañamiento”.
El Mito de la Libertad. Chögyam Trungpa