Creo que el efecto más relevante que puede tener la meditación en nosotros y en los demás, es que podemos vernos y relacionarnos con el mundo desde una perspectiva muy diferente a la que estamos acostumbrados.
La mejor noticia que podemos recibir es, que desde ésta perspectiva no tenemos que “CAMBIARNOS”, porque ya tenemos todo lo que necesitamos; no tenemos necesidad de “SUPERARNOS”, aunque nos sintamos insatisfechos. Cualquiera de los múltiples aspectos con los que podamos identificarnos como, la rabia, los celos, la arrogancia o cualquier otro tipo de adicción, nunca van a poder afectar al “BRILLO” y “CALIDEZ” que son innatos a nuestra naturaleza más esencial; cualidades que expresan nuestra herencia y riqueza más fundamental como seres humanos.
Toda esa duda y confusión con la que muchas veces nos identificamos a lo largo de nuestra vida, son como nubes que temporalmente pueden ocultar el sol, nuestro sol, pero por muy densas y oscuras que sean no le han hecho o le harán desaparecer. Ese brillo y calidez siempre han estado ahí y, siempre estarán.
La práctica y el camino de la meditación no requiere que tengamos una visión o preparación especial, no se trata de luchar o eliminar nada para conseguir algo determinado. Podemos empezar exactamente en el lugar donde estamos, podemos hacerlo ahora, en este mismo instante.
La meditación nos muestra como:
1) “ACEPTARNOS” y relacionarnos directamente con nosotros y con la vida,
2) ”SIN EVADIRNOS” de los aspectos dolorosos,
3) y como trabajar de “CORAZÓN” con los demás tal y como son.
Es cierto que cuando oímos hablar por ejemplo acerca de la “COMPASIÓN” nos viene naturalmente a la mente, al corazón, cómo trabajar con los demás y atender sus necesidades. Pero la razón por la que a menudo no estamos disponibles para los demás –tanto si se trata de alguien que queremos, o de alguien que no– es porque “NO ESTAMOS DISPONIBLES PARA ACEPTARNOS TAL Y COMO SOMOS”. Hay aspectos de nosotros que nos resultan tan incómodos, que nada más empiezan a aparecer, tratamos de EVADIRNOS.
Cuando nos evadimos, dejamos de estar presentes, de estar AQUÍ Y AHORA. De esta manera desconectamos del momento en el que estamos y, dejamos de ser y de existir. Pero cuando somos capaces de quedarnos ahí y de sentir lo que estamos sintiendo, descubrimos que este momento es “PRECIOSO”, porque está vivo, porque es único, nuevo e irrepetible.
Todos sin excepción podemos APRECIAR Y CELEBRAR cada momento, no hay nada más inmenso, más profundo, más sagrado. ¡De hecho no hay nada más!
Solo en la medida que llegamos a reconocer nuestro propio dolor y relacionarnos con él, seremos lo suficientemente valientes como para estar dispuestos a sentir el dolor ajeno sin evadirnos, entonces, descubriremos que su dolor y el nuestro no es diferente.
Shastri Felipe Rodríguez