¿Cómo incorporar la práctica de meditación en nuestra experiencia del día a día?

El camino que despliega Shambhala en la serie de cursos llamados de la “vida cotidiana”, están dirigidos a explorar e incorporar nuestra meditación en nuestra vida, en nuestras situaciones domésticas, especialmente en cómo encontrar la fortaleza y el entendimiento cuando las situaciones y los tiempos se vuelven difíciles.

Necesitamos de un “puente” que nos permita llevar nuestra práctica de meditación sentada a  nuestra vida diaria. Y para comunicar las dos partes que se hayan a cada lado del puente.

 

Necesitamos… empatía, necesitamos desarrollar una actitud de cordialidad y de calidez. Cualidades que son innatas a nuestra condición humana, pero que como podemos observar hoy en día no siempre cultivamos y manifestamos.

La práctica de la meditación tiene que ver con cultivar esta cordialidad hacia nosotros en primer lugar, (la primera parte del puente), que básicamente consiste en hacernos amigos de nosotros mismos y permitirnos sentir y ser quienes somos, tal como somos.
Al entablar este tipo de calidez y de aprecio a través de la meditación, nos damos cuenta de que no es posible contener esta amistad únicamente hacia nosotros, de una manera natural necesita tener una salida. Esa salida es comunicar con el mundo que nos rodea, con la otra parte del puente. De otra manera la práctica de meditación se convertiría en algo dirigido exclusivamente hacia nuestro propio bienestar.

Ahora hablaremos de cómo llevamos nuestra práctica al otro lado del puente, cómo vivir y relacionarnos con los demás, en el hogar, en nuestro trabajo, en nuestra sociedad, incluso cuando conducimos. Por ejemplo ¿Somos capaces de mantener esta calidez que hemos cultivado en nuestra práctica meditativa, cuando alguien nos cierra el paso, tu jefe te dicen algo que no te gusta, o tus hijos te ignoran?

Probablemente a largo del día, viviremos situaciones con las que nos sentiremos molestos e insatisfechos. Sentiremos que nuestro corazón se endurece y se cierra. A veces ocurre tan rápidamente, que no nos damos cuenta ­–puede ser algo muy simple– te han servido un café y te manchas el vestido, te irritas y buscas una razón para quejarte, tu corazón se ha cerrado. Puede que culpes al camarero porque te ha llenado mucho la taza y, de esa manera tratas torpemente de justificar tu descuido. No hay ningún problema en sentir el dolor que se causa cuando se nos cierra el corazón. El problema viene después, cuando intentas justificar tu irritación y, lo proyectas como una agresión, con alguna palabra o un gesto.

Lo más lamentable es, cuando estas pequeñas quejas o agresiones se convierten por su repetición en un patrón habitual, del que ni tan siquiera somos conscientes.

Este patrón habitual de justificar la culpa o el enfado, empieza a extenderse y a formar parte de nuestra cultura y sociedad, podemos verlo en nuestras familias, entornos laborales o cualquier lugar del mundo donde grupos étnicos, religiosos, raciales o políticos, están en guerra. Cuando podemos mantener una cierta distancia y no estar metidos en el meollo del conflicto, podemos darnos cuenta que la solución a estas pequeñas o grandes guerras está en: ablandar la dureza de nuestros corazones.

Cada uno de nosotros podemos llevar paz y la alegría a nuestra vida y a nuestro entorno, podemos ayudar a crear una sociedad más cuerda y más sana y, esto podemos hacerlo ahora. Este puente de cordura solo puede construirse con el amor y la compasión, algo que comenzamos a cultivar a nivel individual en nuestra práctica. Y en lugar de irradiar desconfianza y confusión expandimos la dulzura y la ternura de nuestro corazón. Un corazón quizás triste y vulnerable, pero muy auténtico.

Ser compasivo, significa que cuando por ejemplo te enojas con una persona y adviertes que tu corazón se cierra y tu mente se nubla, es recordarte que puedes ponerte en su lugar y, advertir que algo sucede. Lo que hacemos todos es que nos enfadamos porque estamos convencidos de tener la razón, incluso podemos buscar aliados que confirmen que nuestra postura es la correcta. Pero cuando sueltas cualquier estrategia y simplemente te pones en el lugar del otro y, no tratas de defender o justificar tu postura o tus ideas, estás permitiendo que tu corazón se pueda abrir y ablandar. Entonces posiblemente, sentirás tu propia estupidez con ternura mientras sonríes.

Basado en el libro de Chögyam Trungpa  –Mindfulness en acción. Capítulo 9–
Shastri Felipe Rodríguez