Podemos tratar la práctica de la meditación como un camino de transformación, transformación en el sentido de poder acercarnos y experimentar nuestra existencia y la del mundo que nos rodea de una manera fresca y amable.
El ingrediente principal para lograrlo es: confianza, una confianza básica e incondicional que nos permite sentir que todos nuestros estados de ánimo, preocupaciones y conflictos emocionales, son merecedores de atención y dignos de confianza.
Nuestra experiencia sea la que sea merece la pena vivirla tal y como es, más allá de nuestras creencias, prejuicios, más allá de nuestras dudas y de nuestra confusión.
El tema de hoy es que para poder relacionarnos con todas las situaciones y circunstancias que aparecen en nuestra vida y vivirla de una manera plena y auténtica, necesitamos estar presentes. Parece obvio, ¿pero es esa nuestra experiencia cotidiana?
Como dice el maestro zen Thich Nat Han, todos tenemos una cita con la vida y, solamente es posible acudir a esa cita en el momento presente. El desarrollo y entrenamiento de nuestra disciplina meditativa consiste en familiarizarnos con este darse cuenta de que el ahora es nuestra esencia, la naturaleza de la existencia y en lo único que realmente podemos confiar. Solamente podemos conectar con la realidad de nuestra verdadera naturaleza, de re-descubrirla, en el momento presente.
¿Dónde estamos ahora? no hay manera de señalar o de atrapar este momento, el ahora es algo inmenso, infinito… y eso es lo que somos, pero no podemos verlo, y es difícil de comprender y de experimentar.
¿Qué necesitamos hacer? tenemos que “dejar de hacer, dejar de luchar o de buscar”: simplemente estar ahí, ahora, despiertos y vivir este momento completamente, con toda su intensidad, sintiendo como todo aparece y se desvanece constantemente.
En eso consiste nuestra práctica y ese el camino de transformación: simplemente estar ahí, despiertos incluso antes de que aparezca cualquier pensamiento.
Felipe Rodríguez